viernes, 31 de agosto de 2007

Brindis

Bueno, dadas las circunstancias creo que se debería renombrar este blog a "Mascia F.C" porque hace mucho tiempo que soy el único que sube.
Esto lo escribí en una noche de luna llena mientras miraba Fútbol de Primera (bien romántico), hace poco, no me convence todavía pero bueh, leanlo igual.
Gracias a todos los que hacen de éste el blog más leido de la calle Sucre al 2700

Brindis

"Brindo por las mujeres que derrochan simpatía..."

Si hoy brindo solo
es porque no estás
acá al lado.

Si hoy brindo solo
es porque no tengo a nadie
conmigo
para brindar.

Si hoy brindo solo
es porque sí estoy
para bien o para mal
en esta habitación, conmigo
y brindo.

Pero por sobre todas las cosas...

Si hoy brindo solo
es porque
aunque no estás
aunque no tengo a nadie
y aunque estoy conmigo
todavía tengo ganas
de brindar...

Por los que estuvieron
por los que están
por lo que hay pero no tenemos
por lo que no hay pero buscamos
por las que estarán...

Brindemos

29/VIII/2007


lunes, 13 de agosto de 2007

Pertenencia

Bueno, tal parece que el Blog no está teniendo mucha popularidad, pero como diría la pensadora contemporánea Virginia Gonzalez Gass "No soy de los que abandonan el barco cuando se está hundiendo".
Así que les traigo un poco de prosa, para variar, en este escrito sin fecha y fruto de una idea que se me ocurrió un día al despertarme.
Espero que lo disfruten, yo lo disfruté.

Pertenencia

"Siempre que no pertenezca voy a pertenecer"



–¿Estás seguro? ¿Por qué nunca te vi entonces?

–No me viste, me miraste – repliqué. Varias veces me miraste pero no me conocías, para vos no existía y por lo tanto no llegabas a verme. De ahora en más siempre que me mires además me vas a poder ver.

–Bueno, un poco de sentido tiene – respondió.

Al día siguiente me desperté mucho más temprano de lo normal, me bañé, me vestí, desayuné y me tomé el subte para ir al colegio.

Llegué temprano, algo raro en mí, pasé por la mesa de preceptores sin decir “presente” y me fui a sentar en un banco. Saqué un libro y me puse a leer hasta que, cuarenta minutos después, escuché el primer timbre. Guardé el libro en la mochila y empecé a caminar por el claustro con cara de dormido.

–¡Fede! – escuché atrás mío.

–Hola, ¿qué tal?

–Bien, bien. Tenías razón con eso de “ver” y “mirar”, y yo que creí que me estabas mintiendo.

–¿Viste? Te lo dije. ¿Qué tal la primera hora de clase? – pregunté mientras hacía una mueca de aburrido.

–Bien, estoy medio dormida, pero eso no es ninguna novedad.

–Bueno, supongo que debo partir, me espera una larga y aburrida hora de filosofía – le dije mientras el timbre anunciaba el fin del recreo.

–Sí, sí, nos vemos…

Otra vez fui a mi banco, saqué mi libro y me puse a leer. Estaba en mi etapa de policiales, maravillado con Phillip Marlowe y su rara forma de trabajar los casos y con los libros de J. H. Chase con su constante, creciente y asfixiante acción.

Así pasaron las siete horas del día, a la salida me encontré con ella y la acompañé en el subte hasta su casa, charlamos un rato y, mientras la lluvia salpicaba copiosamente en la vereda, nos besamos por primera vez.

De ahí en adelante, todos los días me despertaba temprano, me bañaba, me vestía, desayunaba y me iba al colegio. Nunca daba el presente, siempre iba a mi banco y leía, esperando que llegaran los recreos y el tan ansiado fin del día escolar.

Así fueron pasando los días, las semanas, los meses. Todos los días volvíamos juntos en subte y la acompañaba a la casa. Cuando se enfermaba la iba a visitar y le llevaba algún chocolate para que se sintiera mejor.

La relación se volvía monótona y aburrida, algunos días no iba al colegio y después por teléfono le decía que no la había visto, algunos días realmente no la veía (tal vez no era el único que usaba tácticas evasivas) y me volvía solo, leyendo.

Para cuando cortamos ya se me había hecho hábito ir al colegio, así que seguí yendo todos los días a mi colegio, a mi banco, con mi libro.

No pertenezco al colegio, no estoy en ninguna lista, no tengo boletín, no tengo carnet de la biblioteca, pero soy parte de él y él es parte de mí; de hecho, mejor dejo de hablar con ustedes y me voy a estudiar, que tengo que rendir dos materias en diciembre y no me quiero llevar ninguna más.

jueves, 2 de agosto de 2007

Espera

Bueno, hoy le(s) traigo algo raro en mí: un texto sin fecha.
No sé por qué no le puse fecha, y no me acuerdo cuándo lo escribí, pero está bueno que quede en la atemporalidad.
Leanlo, disfrutenlo, odienlo o lo que sea, pero aprovechen su tiempo, que mañana podría no amanecer. Vivan la vida en vez de esperar la muerte.
(Es una orden)

Espera

Esperás a que llegue, tajante
Y te saque de tu espera, horrible
Esperás a que avance inclemente
Y te lleve a otro lado distinto.

¿Qué esperás? Que te devore
¿Por qué esperás? Es más fácil
¿Y si actuás? Tal vez te sirva
¿Si te movés? Podés intentar…


En vez de pasar, explorá.

En vez de correr, caminá.

Si total va a llegar
cuando quiera.
Podés disfrutar
mientras tanto.




sábado, 28 de julio de 2007

OchentaCentavos.com.ar

Así es, ahora www.ochentacentavos.com.ar además de ochenta-por-favor.blogspot.com

No digo más que acabo de llegar y estoy muriéndome de sueño.

Saludos!

viernes, 27 de julio de 2007

El Cazador

No me gusta este cuento para nada, pero tampoco se me ocurre como mejorarlo, así que no le voy a dedicar muchas palabras. El conejito con el panqueque en la cabeza finalmente me convenció de postearlo y a otra cosa. Helo aquí:


El Cazador

Una vez seguro de que estaba bien escondido entre los arbustos, abandonó su posición de caza y se sentó, estirando las piernas y los brazos adormecidos. Hace ya dos horas que, le informaba su reloj de muñeca, reptaba boca abajo a la sombra de los árboles altos e imponentes de la ladera. El suelo humedecido le había empapado las ropas, camufladas con la vegetación circundante, pero había previsto esa posibilidad y llevaba debajo una malla impermeable que lo protegía. Desempañó los protectores oculares que traía, de vidrios polarizados, y vio en el reloj la fecha.

Era el décimo día de cacería, el décimo día desde que había llegado a esta montaña solitaria en este rincón perdido del mundo. Más tiempo del que le había tomado jamás hacerse con ninguna presa, sin duda, pero no tenía prisa: la paciencia era la clave del buen cazador, y él era el mejor. Si bien el inusual método por el que tendría que detectar la presencia de su víctima lo irritaba (no había encontrado ninguna fuente fiable que describiera con exactitud aquel sonido), estaba completamente determinado a triunfar donde tantos otros habían fracasado. Él sería el campeón, único entre cientos, pensó, saboreando por anticipado la gloria. Nadie había logrado jamás conquistar a este especímen en particular, ni siquiera en las más alocadas historias.

Terminó de comer algunos trozos de pan y volvió a su posición anterior. El avance era lento de esta manera, pero sabía que no había otra forma: los ojos de su presa, infinitas veces superiores a los suyos, lo detectarían a cientos de metros si se desplazaba erguido. Por esa razón debía moverse lentamente, al raz del suelo, esperando oir el canto delator.

Con los ojos cerrados y los oídos aguzados a la espera de aquella señal tan peculiar, repasó, quizás por aburrimiento, los pasos a seguir cuando finalmente llegara el ansiado llanto a sus oídos. Esperar hasta tener buen ángulo, y luego rodilla en la tierra, rifle en las manos y un solo disparo directo entre los ojos, con una de las balas especiales que había conseguido para la ocasión. Lo imaginó, pese a que no sabía realmente cómo se veía su víctima, imaginó el disparo y la satisfacción morbosa y familiar de la victoria. Le preocupaba apuntar con los protectores polarizados puestos, pero entendía que no había alternativa, no si quería poder apuntar en absoluto.

Estaba sumido en estas cavilaciones cuando un grito, un canto, un llanto, una melodía indescriptible rasgó el aire y llegó hasta sus oídos, congelando su cuerpo y su mente. En aquel momento, el cruel depredador, el impasible victimario, el cazador de innumerables trofeos, sólo pudo acertar a maravillarse ante la belleza de las notas terribles que mantenían atadas sus manos y sus pensamientos.

Entonces lo vio, aterrizando en un claro a pocos pasos de su escondite. La magnífica criatura azotaba el aire con sus poderosas alas, encendidas de carmesí, cegadoras, espléndidas; trayendo hasta él con cada golpe los versos de horrible hermosura de aquel canto eloquecedor. Dos ojos de color ardiente se clavaron en los suyos, encantadores, aterradores, nobles, acusadores.

Desarmado desde lo más íntimo, incapaz de contener las lagrimas que ya corrían libres por sus mejillas, se levantó y avanzó torpemente hacia la figura majestuosa, hacia la bestia terrible, abandonando toda pretensión de permanecer oculto. Arrastrando la terca correa del rifle, atada a su muñeca, cubrió la distancia que lo separaba del ave, que se erguía por encima de su cabeza, mirándolo con sus ojos inquisidores. Sin poder reprimir el llanto audible que escapaba por su boca, apenas capaz de soportar el calor del fuego, se arrodilló ante la maravillosa monstruosidad de la criatura, ante el rugir de las llamas, ante la mirada penetrante de aquellos ojos carmesí. Se desprendió de su arma sin desviar la vista y, con ambas palmas contra el suelo, intentó desesperadamente murmurar la palabra que se negaba a brotar de sus labios: "perdón".

Y entonces, sin previo aviso, todo había terminado. El derrotado cazador miró en derredor, buscando algún rastro del terrible milagro que había vivido, pero ninguno se le ofreció. Sin levantar su arma, se obligó a ponerse de pie y caminó en silencio, lentamente, vencido. Finalmente, demasiado tarde, comprendía.

Subir el ánimo

Bueno, veo que a la gente no le está copando mucho el blog, así que acá tienen un conejito con un panqueque en la cabeza.